Por Juan Rapacioli
A 30 años de su muerte, Jorge Luis Borges sigue siendo revisitado desde diversos ángulos que intentan explicar el inagotable alcance de una obra que cambió para siempre la historia de la literatura a través de cuentos, ensayos, procedimientos y relaciones que concibieron la idea de una biblioteca infinita que, entre otras cosas, prefiguró la aparición de Internet.
Martín Kohan, escritor y profesor de Teoría Literaria en la Universidad de Buenos Aires, y los escritores Mario Ortiz y Luis Sagasti, que participaron en 2013 del programa “Borges por Piglia”, transmitido por la Televisión Pública, hablaron sobre las series de relaciones entre la obra de Borges y el mundo virtual.
En ese programa, Piglia ya abordaba el tema: “en Borges la erudición funciona como sintaxis, es decir, la sintaxis es lo que permite articular esa erudición. La erudición de Borges es de diccionario. Lo que hacemos en internet él lo hacía antes. Borges inventó un modo de trabajar con los textos que se relaciona con la forma en que uno busca una palabra en Google y ve cómo aparece una serie”.
Kohan, autor de las novelas “Fuera de lugar”, “Ciencias morales” y “Bahía Blanca” sostiene que “la imaginación de Borges, su figuración de libros incesantes y bibliotecas infinitas, anticipó internet de manera asombrosa. Me parece incluso que anticipó una versión mejorada, porque la asoció con el azar y con el destino, más que con el divagar y el desperdicio de tiempo que tantas veces nos ocasiona”.
“Uno puede peregrinar de una galería a otra interconectando espacios y referencias; datos quizá verificables y pistas seguramente falsas. Tomando muy libremente y por analogía un par de conceptos matemáticos, hablaríamos de un principio de derivación que habilita y favorece la interconexión de elementos diversos a los que se vincula por analogía, contraposición, causa/efecto, simultaneidad, etcétera”, apunta el escritor.
Por su parte, Sagasti, autor de las novelas “Bellas artes” y “Maelstrom”, consideró que “como imagen de la totalidad -una totalidad sin orden ni concierto-, internet no recuerda tanto a la Biblioteca de Babel o a la memoria letal de Ireneo Funes como al Aleph que brillaba en un viejo caserón de calle Garay o a la irrupción silenciosa de Tlön”.
“Pero quizás más que esos universos la literatura de Borges pareciera dar cuenta de nuestra actitud frente a ellos. De las más de mil millones de páginas que hay en la web sólo nos detenemos en un persistente y módico puñado. Luego de otear el universo, Borges se queda prendado de la cruel intimidad de las cartas que Beatriz Viterbo le escribía a Daneri. Acaso husmear en Facebook sea la actividad más frecuente en internet”, apuntó Sagasti.
Y señaló que, del mismo modo, “el mundo virtual de Tlön, hecho de palabras al principio, cobra realidad tangible; hay en Borges resignación ante la llegada del nuevo mundo (‘El contacto y hábito de Tlön han desintegrado el mundo (…) Yo no hago acaso’). Hemos creado un mundo virtual que de a poco está imponiendo su lógica, una lógica que atraviesa saberes, afectos, deseos y compromisos”.
Profundo conocedor de su obra, Mario Ortiz, autor de un gran proyecto literario dividido en tomos bajo el título general de “Cuadernos de Lengua y Literatura”, dice que “si hablamos de la relación de Borges con internet, seguramente todos coincidiremos en determinados textos e invenciones en los que puede rastrearse una prefiguración de la arquitectura de la red. Por poner un caso paradigmático, la Biblioteca de Babel es el universo mismo”.
“Uno puede peregrinar de una galería a otra interconectando espacios y referencias; datos quizá verificables y pistas seguramente falsas. Tomando muy libremente y por analogía un par de conceptos matemáticos, hablaríamos de un principio de derivación que habilita y favorece la interconexión de elementos diversos a los que se vincula por analogía, contraposición, causa/efecto, simultaneidad, etcétera”, apunta el escritor.
Y propone un ejemplo: “La historia de Droctulft, el guerrero bárbaro que traiciona a los suyos para pasarse del lado de los romanos porque se fascinó con su cultura, le hace recordar a Borges la historia de fortines y pampa donde una cautiva inglesa decide quedarse con los aborígenes, volverse una más de ellos y por lo tanto traicionar a su ‘civilización’ europea. Borges encuentra una determinada relación, un principio de analogía que actúa como enlace de elementos heterogéneos. Eso ha actuado como una suerte de hipertexto”.
“De tal manera, ese enlace asociativo habilita en aquel relato el pasaje del siglo VIII al XIX; de Roma a Junín; de una cita erudita a una historia de la tradición familiar”, apunta.
Y sostiene que Borges “busca subsumir la dispersión en vastas síntesis o totalidades como el imaginario ‘catálogo de los catálogos’ que diese cuenta y clasificase los libros de la biblioteca de Babel. El Aleph de la calle Garay es el punto del espacio que contiene simultáneamente todos los puntos”.
“Uno podría preguntarse si esa imagen de un Borges como el erudito absoluto que leyó y agotó toda la biblioteca es posible y real; preguntarse cuáles datos que desarrolla en sus textos provienen de libros efectivamente leídos y cuáles de artículos de la Enciclopedia Británica, de citas dispersas o referencias encontradas casualmente en medio de la navegación libresca. Lo cual no le quita un gramo de genialidad a su proyecto literario”.
En Borges, el requerimiento de citas o la falta de información son parte de un programa literario que escapa a las formas acabadas de la narrativa y el narrador clásico, para establecer un vacío de significación que funciona como significación diferida o potencial que no llegan a completarse nunca.
La idea de que Borges anticipó internet -planteada por diversos pensadores como Umberto Eco- es desarrollada en el libro “Borges 2.0: From Text to Virtual Worlds” (Borges 2.0: del texto a los mundos virtuales), donde la académica Perla Sassón-Henry explora la relación de sitios como Wikipedia, Youtube y los blogs con ciertos cuentos del autor de “Ficciones”.
En ese libro, la académica establece una serie de contactos entre los cuentos “El jardín de senderos que se bifurcan” y “La biblioteca de Babel”, publicados en 1941, y la narrativa hipertextual que proponeinternet, así como con la obra “The Interloper”, donde la artista estadounidense Natalie Bookchin convierte en videojuego el cuento “La intrusa” (1970).
En la misma línea, el libro “Cy-Borges. Memories of the Posthuman in the Work of Jorge Luis Borges”, editado por los académicos Stefan Herbrechter e Ivan Callus en los Estados Unidos, reúne una serie de ensayos sobre la anticipación en la obra del escritor argentino sobre el posthumanismo, concepto filosófico utilizado en el campo de la ciencia ficción.
Por eso, tal vez no sea casual que “Labyrinths” (1962), una antología estadounidense que reúne obras de Borges en inglés con prólogo de André Maurois -de la Academia Francesa de la Lengua-, haya tenido una reedición en 2008 con palabras introductorias de William Gibson, el escritor de ciencia ficción que acuñó el término “ciberespacio”.
Al comienzo del cuento “Tema del traidor y del héroe” (1944), Borges escribe: “Faltan pormenores, rectificaciones, ajustes; hay zonas de la historia que no me fueron reveladas aún”. En ese punto, se puede establecer una relación con Wikipedia, la enciclopedia virtual creada en 2001 por Jimmy Wales y Larry Sanger, en cuanto al recurso que el sitio usa cuando falta información: las “citas requeridas”.
En Borges, el requerimiento de citas o la falta de información son parte de un programa literario que escapa a las formas acabadas de la narrativa y el narrador clásico, para establecer un vacío de significación que funciona como significación diferida o potencial que no llegan a completarse nunca.
Finalmente, en el ensayo “La flor de Coleridge” (“Otras inquisiciones”, 1952), dice Borges: “Durante muchos años, yo creí que la casi infinita literatura estaba en un hombre. Ese hombre fue Carlyle, fue Johannes Becher, fue Whitman, fue Rafael Cansinos-Assens, fue De Quincey”, planteando de alguna manera la idea de un autor total que hoy se ve reflejada en internet, ese jardín de senderos que se bifurcan.